Enfermo el deseo, buscamos en los hospitales del consejo, la solución.
En los escondites de lo prohibido, la excitación de no ser,
quisimos detener la sangre de la rutina que brotaba por todos lados.
Quisimos, pero hace tiempo...Antes de acostumbrarnos a no intentar,
a no querer más de lo permitido.
Y después de los gritos del silencio, la puerta se cerrará una vez más,
pero esta vez, en la multitudinaria ciudad, nadie nos sigue.
Me puse a pensar en la curiosidad del renglón vacío, en la velocidad de la mano por llegar a escribir a tiempo lo que dice el corazón, en la llegada de los recuerdos que me transportan a kilómetros de aquí, sin salir de mi casa.
Cuando uno empieza a escribir todo es posible, los invito a que hagan la prueba y desnuden a su alma frente al papel, ah y después me cuentan lo que sale.
Ahora los dejo porque el mar está creciendo y debo dejarme llevar por las olas como un velero sin rumbo.